La Argentina de Alberto y Estados Unidos.
En el gobierno norteamericano hubo tristeza por el resultado electoral; pero duró poco y muy pronto se impuso el pragmatismo de los halcones. Luego, los hombres que conducen la proa de las relaciones argentinas con Estados Unidos aterrizaron para escuchar la oferta de una gobernabilidad posible: la deuda puede conversarse, los despliegues securitistas en el Cono Sur no tanto. Diario de los días en que comenzó a definirse el futuro de la Argentina.
Dos veces en los últimos tres años los funcionarios de la embajada de los Estados Unidos en Argentina vivieron con estupor un resultado electoral. La noche del 8 de noviembre de 2016 el entonces embajador Noah Bryson Mamet no pudo cerrar la velada organizada en su residencia para las elecciones presidenciales de su país, porque la candidata demócrata Hillary Clinton había sido derrotada por el magnate republicano Donald Trump. El exrecaudador del partido y embajador político de Barack Obama lloró en uno de los sillones victorianos del primer piso, ante los rostros compungidos de buena parte del personal diplomático.
Casi tres años después Edward Prado no lloró, pero vivió su primera decepción electoral en tierra criolla. Fue durante la noche del 11 de agosto, las primarias presidenciales. Calzado en el traje de embajador político de la administración Trump, el exjuez texano fue testigo de la derrota que sufrió Mauricio Macri a manos de Alberto Fernández por una diferencia de 18 puntos que superó todos los pronósticos. La primera reacción del staff de la embajada fue la zozobra ante el inminente regreso del populismo y la mala performance de un amigo muy cercano a Washington.
Al Departamento de Estado (State Dept) no le gustan las sorpresas y menos cuando son electorales. Para eso cada embajada se encarga de trazar un panorama político lo más certero posible. El nuevo mapa electoral obligó al aparato diplomático a reaccionar con velocidad. Misión: confirmar o desmitificar el riesgo del fantasma populista que implicaba una eventual victoria de la fórmula Fernández y Fernández en las presidenciales del 27 de octubre. El canal elegido fue el diputado nacional Sergio Massa. El jefe del Frente Renovador es una de las relaciones políticas más confiables que tiene el Departamento de Estado dentro de los partidos que integran el Frente de Todos.
una visita al state dept
La relación de Massa con los habitantes del Palacio Bosch no tiene el kilometraje que posee el vínculo con Macri, pero es un lazo que supera los tres lustros. Con el panorama premonitorio de las PASO la embajada intensificó los canales a través de los contactos desarrollados por el consejero político de la embajada, Christopher Andino, y la especialista de esa misma sección, Silvana Oneto. Un mes después las conversaciones quedaron bajo el mando de la nueva ministra consejera de la embajada, MaryKay Carlson, recién llegada de Nueva Delhi, India. Para ese entonces ya Andino, uno de los brazos políticos de la embajada, había mantenido reuniones con el jefe de campaña Santiago Cafiero y otros miembros del equipo de Fernández, quien designó a Sergio Massa y al exembajador en Washington Jorge Argüello como los encargados de cultivar los vínculos con Estados Unidos.
Tras los primeros acercamientos, la sección de Buenos Aires recomendó al Departamento de Estado invitar a Massa. Fue el sábado 5 de octubre, veinte días antes de las presidenciales en Argentina. El encuentro se concretó en el edificio Harry Truman, la sede que tiene el Departamento de Estado en el barrio Foggy Bottom, corazón de Washington. El diputado nacional fue recibido por el subsecretario adjunto para el Hemisferio Occidental, Kevin O’Reilly, y por Richard Glenn, subsecretario adjunto interino de la Oficina de Asuntos Internacionales de Narcóticos y Aplicación de la Ley (INL) de la cancillería norteamericana, el mismo funcionario que en 2018 recibió en Miami a la entonces ministra de Seguridad Patricia Bullrich para discutir el ingreso de un "enlace" de Gendarmería Nacional que participaría de la Fuerza de Trabajo Conjunta de Interagencias del Sur (Joint Interagency Task Force South).
A Massa también lo esperaban un pelotón de especialistas de la Drug Enforcement Administration (DEA) y del Departamento del Tesoro, que desde 2016 tiene un área de coordinación con el State Dept para monitorear la deuda que Macri decidió contraer con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
O’Reilly es parte de la estructura diplomática que no abandonó el Departamento con la llegada de Trump en 2017 y la designación del exCEO de Shell, Rex Wayne Tillerson, como primer secretario de Estado del magnate republicano. Algunos funcionarios afectados a distintos continentes decidieron retirarse en repudio a la nueva política exterior, como el exsecretario de Asuntos Hemisféricos, Thomas Shannon, que sucedió a los republicanos Roger Noriega y Otto Reich desde 2005 y precedió al demócrata Arturo Valenzuela, antes de ser designado como embajador en Brasil en 2013. Hay quienes se fueron en silencio y otros lo hicieron público, como John Feeley, que acusó a Trump de traicionar los principios de política exterior de Estados Unidos. Lo dijo en una entrevista al periodista Jon Lee Anderson para The New Yorker. Al momento de su renuncia Feeley (un exmarine que piloteaba helicópteros) era embajador en Panamá, pero antes había estado bajo órdenes de Shannon como subsecretario de Asuntos Hemisféricos, un puesto que Trump demoró en cubrir. Luego de un año sin designaciones propias nombró a Kimberly Breier, pero la funcionaria duró apenas diez meses en los que libró una dura interna con los halcones que luego se reunirían en México con Alberto Fernández. Desde septiembre de 2019 fue reemplazada por el embajador Michael Kozak, que cumplió funciones ejecutivas para dos presidentes republicanos: Ronald Reagan y George W. Bush.
El éxodo de funcionarios que comenzó con la era Trump diezmó la mega estructura del State Dept. El aparato diplomático más grande del mundo actualmente es conducido por el exjefe de la CIA, Mike Pompeo. En ese contexto Massa fue recibido por O’Reilly. Y lo primero que dijo fue: “Los ciudadanos norteamericanos no tienen por qué pagar el error que cometió Macri cuando endeudó a la Argentina con el FMI. Estados Unidos es el principal socio del Fondo y queremos que nos ayuden a generar los dólares necesarios para pagar la deuda y reactivar la economía, porque si no pagamos será muy malo para los bonistas americanos. No queremos que pase eso”. El objetivo inmediato de la administración Fernández es postergar los vencimientos de la deuda por los primeros dos años con el apoyo de Trump. La señal también sería para los bonistas y los fondos buitres de Wall Street, igual de impactados por la derrota de Macri y con dificultades para coordinar una negociación con el gobierno argentino ante un escenario de reestructuración de la deuda.
El Tesoro norteamericano tiene la acción de oro para definir las políticas del FMI respecto a la Argentina. Nadie habló de quita, aunque en Buenos Aires los economistas del Frente de Todos admiten que ese capítulo es inevitable. La gran pregunta es el precio que le pondrá Trump al pedido primigenio del peronismo y qué modelo de negociación utilizará para cobrarse los favores que conceda. Un informe que recibió el presidente electo de los argentinos sobre la misión en Washington devela la constelación de intereses preferenciales que la potencia norteña planteó para el próximo período.
pliego de condiciones
O'Reilly sobrevivió a los desplazamientos y durante los últimos años es uno de los encargados de mantener la interlocución con Argentina y monitorear la relación bilateral. Ante Massa, propuso un vínculo “sin sorpresas” y con una agenda “desideologizada”. Sin embargo la lista comenzó por Venezuela y siguió con una afirmación: que Argentina no abandone el Grupo de Lima, alianza regional promovida por Washington para presionar al gobierno de Nicolás Maduro y que ya sugirió el uso de la fuerza para reemplazarlo por el titular de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó. “Todo dentro del Grupo de Lima, nada fuera de él. Si es necesario que sea a los codazos háganlo, pero es importante mantener ese espacio”, enunció el diplomático luego de reconocer en reserva que la estrategia de instalar a “un presidente encargado” en Venezuela no dio los resultados esperados. Aun así el plan que coordina el Comando Sur de los Estados Unidos para utilizar la opción castrense sigue en pie, mediante la convocatoria del órgano de consulta del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), pacto militar de ayuda mutua creado en 1947 y reactivado en septiembre último con el apoyo de Argentina.
En lo relativo al vínculo bilateral los anfitriones de Massa hicieron hincapié en mantener los avances registrados en materia de defensa y seguridad, posiblemente los puntos más importantes del acuerdo firmado por Macri y Obama en marzo de 2016, refrendados luego por Trump sin incluir el capítulo referido al cambio climático. La hoja de ruta de O’Reilly planteó mantener la “cooperación” en la triple frontera que tiene Argentina con Paraguay y Brasil, donde a partir de 2016 se instalaron “centros de fusión de inteligencia” conformados por las distintas agencias norteamericanas de espionaje para la presunta persecución del terrorismo y el narcotráfico. La lista de intereses también apunta a los programas de lucha contra el narcotráfico que se despliegan en el norte del país, donde la DEA trabaja con policías provinciales, la Policía Federal, Gendarmería y las Fuerzas Armadas. En el prolífico rubro de “la Seguridad” incluyó otro pedido: profundizar los cursos de formación para las policías locales, las fuerzas de seguridad y especialmente con Prefectura Naval y la Armada Argentina.
China figura al tope de las preocupaciones de la nueva doctrina Monroe para la era Trump. Si bien Washington dice respetar los acuerdos firmados con Beijing, que transformaron a Argentina en el primer destinatario de inversión china en el exterior, los negociadores de la Casa Blanca plantearon tres inquietudes al respecto: puertos, telecomunicaciones y drones. Y un hincapié particular en poner límites a la expansión de las empresas ZTE (Zhong Xing Telecommunication) y Huawei (que impulsa el desarrollo de la red 5G), protagonistas de la guerra comercial y tecnológica que libran ambas potencias. También expresaron su preocupación por la utilización de drones de fabricación china DJI que podrían estar atentando contra la seguridad de instalaciones de Estados Unidos en el país.
Los temas comerciales y económicos no formaron parte del primer catálogo de prioridades, aunque en materia agropecuaria identificaron una “falta de coordinación” entre el Servicio Nacional de Sanidad Agroalimentaria (Senasa) y la Secretaría de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) para agilizar las importaciones y exportaciones de carnes y alimentos.
segundo round
La segunda aproximación diplomática se concretó pocos días después del triunfo de Fernández sobre Macri en las elecciones generales del 27 de octubre. El viernes 1 de noviembre, Trump llamó al presidente electo: “He instruido al FMI para trabajar con usted, no dude en llamarme”, fue la frase que trascendió del telefonazo. El gesto del magnate tuvo lugar justo antes del viaje a México, primer destino elegido por Alberto Fernández para reunirse con su par mexicano en ejercicio, Andrés Manuel López Obrador.
Durante la gira azteca Fernández almorzó con otros dos funcionarios de Trump, el 6 de noviembre: Mauricio Claver-Carone, director de Asuntos del Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, y Elliot Abrams, representante especial del Departamento de Estado para Venezuela. Ambos están al frente de la “vía rápida” para derrocar a Maduro, aunque ya no cuentan con la coordinación de John Bolton, que fue asesor de Seguridad Nacional hasta principios de septiembre. La “coordinación” para el Caribe quedó ahora en manos de Claver-Carone –de origen cubanoamericano y residente en Florida– y de Abrams, quien fue asesor de Bush hijo para asuntos de Medio Oriente. En la cita también participó el exgobernador bonaerense y diputado nacional, Felipe Solá, finalmente confirmado en el puesto de canciller argentino.
Aunque trascendió muy poca información sobre la reunión con los halcones republicanos, tanto Fernández como Solá habrían insistido sobre la oportunidad que significa el regreso del peronismo al gobierno argentino en medio de la situación regional. La crisis de Chile y el por entonces inminente derrocamiento de Evo Morales también se metieron en la charla. Los argentinos advirtieron de las consecuencias que traería para el subcontinente un empeoramiento de la inestabilidad, e insistieron en la importancia de encontrar una salida pacífica a la crisis venezolana. La respuesta de los “duros” a los planteos argentinos es una incógnita que será develada cuando Fernández resuelva las tensiones que se desarrollan entre su discurso latinoamericanista y la realpolitik que impulsa Washington a cambio de respaldarlo en la negociación con el FMI.
Además de Massa, Solá y Argüello, el elenco de interlocutores criollos para atender la relación estuvo a punto de sumar a otro actor: el politólogo Diego Gorgal, que hasta fines de noviembre sonó como una figura importante del esquema de Seguridad en tiempos de Fernández. El cambio de Gorgal por Patricia Bullrich no era una mala noticia para los observadores norteamericanos, sino una señal de estabilidad. Así como la actual ministra es un contacto confiable de la diplomacia estadounidense hace más de dos décadas, Gorgal es un especialista en seguridad que se formó en Estados Unidos y actualmente, según reveló el portal Letra P, conduce el Instituto Conjunto de Conducción Estratégica, creado por Bullrich para bajarle línea a los oficiales de las fuerzas de seguridad.
cambio de ministras
Durante los cuatro años que se desempeñó como ministra, Bullrich multiplicó los acuerdos de formación en el extranjero para las fuerzas de seguridad federales. Especialmente con los Estados Unidos, a través del FBI, los Departamentos de Justicia y de Seguridad Nacional, además del Pentágono (mediante la Guardia Nacional de Georgia). En estos convenios el país se compromete a recibir "recomendaciones sobre los mecanismos de administración de Justicia" y permite la "inscripción de oficiales argentinos en programas de entrenamiento en la Academia Internacional para el Cumplimiento de la Ley en el Salvador y facilitar la participación de los agentes argentinos en viajes de estudios en Estados Unidos", según reza uno de los memorandos que Bullrich firmó con la INL.
El 26 de noviembre la ministra saliente encabezó una inédita ceremonia de agradecimiento a la cooperación pactada con el FBI, la DEA, el Departamento de Seguridad Nacional y la INL del State Dept, durante los cuatro años de la era Macri. En el evento participaron treinta funcionarios norteamericanos de esos dispositivos. Bullrich aportó un pantallazo hasta entonces desconocido sobre el alcance de la cercanía desarrollada. Gracias a los acuerdos en seguridad para los vuelos internacionales, la Argentina se transformó en el primer país del continente en contar con agentes policiales armados; los "marshalls", quienes custodian vuelos en Estados Unidos desde el atentado a las torres gemelas el 11 de septiembre de 2001.
En la lista de "logros", Bullrich también reconoció ante Prado y Carlson que se han formado más de 500 oficiales en el FBI y una cifra indeterminada de la Dirección Nacional de Inteligencia Criminal (DNIC). El intercambio fue coronado con la visita en 2019 de 14 funcionarios de "distintas agencias" para instalar en la Triple Frontera un "centro de fusión de inteligencia". Hasta ahora el único país del cono sur que tiene esos centros de reunión de inteligencia es Colombia. La cercanía de Bullrich también permitió otro hito: la instalación de dos "Grupos de Operaciones Conjuntas" de la DEA en Salta y Misiones, con la posibilidad de sumar un tercero en la Ciudad de Buenos Aires, con capacidad de acción para todo el conurbano bonaerense. Hasta fines de noviembre ese suculento paquete de cooperación con Estados Unidos iba a quedar en manos de Gorgal. La caída de su postulación como ministro podría ser una señal que ponga en duda la continuidad de la agenda de cooperación con Washington. Sus funcionarios ya deslizaron la preocupación ante la posibilidad de que Fernández anule la "designación" de Hezbollah como "organización terrorista", que fue dispuesta por Macri y sólo ha sido aplicada por los gobiernos de Paraguay, Kosovo, Reino Unido, Australia, Canadá, el Consejo de Cooperación del Golfo y la Liga Árabe. La designación de la antropóloga Sabina Frederic como nueva ministra de Seguridad del Gabinete Nacional confirma los presagios de un cambio en la postura argentina.
La agenda de intercambios de las fuerzas policiales es nutrida, pero también en materia de Defensa tuvieron lugar durante los últimos cuatro años la visita de una decena de mandos del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea de Estados Unidos para cursos de formación, ejercicios conjuntos, radarización, ciberdefensa y cooperación. También instalaron un centro para la atención de catástrofes y emergencias en Neuquén, cerca del yacimiento Vaca Muerta y de la base que instaló el gobierno chino para operaciones espaciales del Ejército Popular.
“Será como en el gobierno de Néstor Kirchner, cuando le pidió apoyo a Bush para renegociar la deuda antes de pagarla y antes de la IV Cumbre de las Américas: puro pragmatismo”, aseguran los futuros funcionarios del Palacio San Martín. Quince años después de aquella etapa, la nueva interlocución del peronismo con un presidente republicano dependerá del equilibrio inestable regional, que empeoró antes de su arranque oficial. El golpe de estado en Bolivia se transformó en el principal desafío de la gestión Fernández antes de llegar al poder; y los mismos funcionarios norteamericanos que lo atendieron en México fueron los garantes del derrocamiento de Evo Morales. Claver Carone y Kozak, no es casualidad, acaban de ser elegidos por Trump para participar de la delegación que representará a la principal potencia mundial en la asunción de Fernández. Un gesto que confirma el tono de la relación que comenzó en el DF.
Claudio Mardones.
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