Discurso de CFK en Plaza de Mayo: delegación de mando a Alberto Fernández (10.12.2019)
Asumió Alberto Fernández. Se esforzó en demostrar sencillez y naturalidad (a Casa Rosada manejando su propio auto, llevando la silla de ruedas de la vice saliente (parapléjica) y abrazando a Macri más que Macri a él). Acaso algo exagerado y enterado de la importancia de los signos gestuales de estos tiempos.
Cristina Kirchner dijo en una Plaza de Mayo colmada como nunca antes que "fueron cuatro años muy duros, fueron también duros para quienes fueron objeto de persecución, de quienes se nos buscó que literalmente desapareciéramos como seres humanos casi, a través de la humillación y de la persecución. Sin embargo, pese a todo eso, hoy estamos aquí... y estamos aquí hoy porque hemos unido las voluntades, no solamente la voluntad individual de un dirigente o una dirigenta, la voluntad de millones que creen que es posible vivir en un país mejor..."
"... ustedes saben, yo no soy hipócrita. No lo voy a ser nunca. Puedo equivocarme, puedo cometer errores, pero ustedes saben que digo lo que pienso y hago lo que siento, nunca otra cosa diferente..."
"... para llevar las cosas adelante hay que tener coraje... el coraje no se prueba en el poder, el coraje se prueba en la adversidad y en el llano, ahí se demuestran los que tenemos coraje..."
"... y es necesario siempre el coraje, la lealtad, ese valor que algunos no entienden y piensan que lealtad es seguidismo a un líder político. No. La lealtad entre la política y el pueblo es a dos puntas. Los pueblos no son zonzos ni tontos. Conciben la lealtad con aquellos dirigentes que sienten que los defienden y los representan..."
Y entonces apuntó directamente a Fernández:
"Presidente, quiero decirle que usted ha iniciado su gobierno con muy buenos augurios. Ha decidido que esta plaza, a la que habían enrejado como un símbolo de división entre el pueblo y el gobierno, usted ordenó que se retiraran las rejas. Pero además, es muy buen augurio el mensaje que usted ha dado ante la Asamblea Legislativa a su pueblo".
Y aquí el mandato, la histórica delegación:
"Presidente confíe siempre en su pueblo. Ellos no traicionan, son los más leales, sólo piden que los defiendan y que los representen. No se preocupe Presidente por las tapas de un diario, preocúpese por llegar al corazón de los argentinos y ellos siempre van a estar con usted. Nunca lo olvide. Nunca lo olvide..."
"Usted Presidente tiene por delante una tarea muy dura. Le han dejado un país devastado. Tierra arrasada. Pero sé que usted tiene la fuerza y la convicción para cambiar esta realidad tan fea que hoy están viviendo los argentinos. Tenga fe, tenga fe en el pueblo, tenga fe en la historia, la historia siempre la terminan escribiendo, más temprano o más tarde, los pueblos. Y sepa que este pueblo maravilloso, que nunca abandona a los que se juegan por él, convóquelo cada vez que sienta solo o sienta que los necesita. Ellos siempre van a estar acá cuando los llamen por causas justas."
La plaza ruge: "Alberto, querido, el pueblo está contigo. Alberto, querido, el pueblo está contigo. Alberto, querido, el pueblo está contigo. Alberto, querido, el pueblo está contigo"...
Y termina Cristina:
"... en nombre de todos aquellos que hoy no están, porque partieron o porque tal vez están fuera de la Argentina, que cuente con el apoyo, el amor y la esperanza de todos nosotros que hemos depositado en usted..."
Asumió Alberto Fernández. Cristina Kirchner hizo en política lo que no suele funcionar (y en el peronismo nunca funcionó). La temeraria guerra de poderes la desgastó y jugó como el animal político que es, sola contra un enorme establishment sin cara. Si Clarín perdió dinero en abogados, en transmisión de fútbol y en retraso de sus fusiones monopólicas; si el temerario "campo" renegó de no ganar más de lo que ganó; si los especuladores financieros se retiraron; si los empresarios debieron subir salarios. Todos ellos y más atacaron furtivamente a los Kirchner (y financiaron más de un golpe institucional). Cristina sobrevivió. Pero tuvo que ceder el puesto.
"... se nos buscó que literalmente desapareciéramos como seres humanos casi..."
El diario El País publica el mismo día de la asunción de Alberto Fernández que "la toma de posesión del nuevo presidente argentino reflejó un hecho importante: a diferencia de otros países latinoamericanos, y pese al drama económico y social, Argentina goza de una saludable normalidad institucional".
Aquí mismo sigue festejándose el traspaso del poder democrático en virtud de oposición a una dictadura militar que ya queda 40 años atrás. Es políticamente correcto festejar el acto democrático. Pero suena tan anacrónico como oír cantar a un nene de cuarto grado "o juremos con gloria morir".
No pretendo una derogación o modernización de los himnos nacionales (configurados y guionados en épocas más lejanas aún). Tampoco son deseables los escándalos sociales pero tampoco pretendo festejar ya los traspasos democráticos por sí.
La "saludable normalidad institucional" que El País encuentra en Argentina y pone como ejemplo contrastante en una América Latina en revuelta social es, justamente, el antecedente más peligroso y artero del neocolonialismo.
Como bien lo dijo el ministro de economía macrista que fuera puesto por el FMI, Dujovne: "Nunca se hizo un ajuste de esta magnitud sin que caiga el gobierno".
Esta "saludable" normalidad institucional sólo significa que la sociedad argentina ya soporta un saqueo de magnitud macrista sin atentar contra las instituciones asaltadas (por poderes extranjeros). Y eso, eso que es "saludable" para aquellos poderes, eso (ganado a fuerza de violencia militar, judicial y mediática), es lo que Cristina le está diciendo a Alberto Fernández en Plaza de Mayo.
Alejandro Carnero.
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Alejandro Carnero.
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