Distorsión histórica y falacias estadísticas: Argentina potencia del siglo XIX.



“La reciente actualización de los datos del Proyecto Maddison afirma que la Argentina ocupó el puesto número 1 en el ranking de PBI per cápita en los años 1895 y 1896”, señala Javier Anderson en una nota de la Fundación Libertad y Progreso.

La actualización de los datos del proyecto Maddison citada por el autor se trata de un cambio en la metodología para el análisis de series del Producto a lo largo del tiempo respecto a la originalmente utilizada por el fallecido economista británico Angus Maddison. Más allá de las diferencias metodológicas entre ambas estimaciones (basadas en cuantos puntos de comparación de PIB nominal tomar al construir la serie histórica del Producto de los países), lo particular del caso es que ambas se basan en datos de PIB de Argentina para 1895 y 1896 totalmente inventados.

Argentina no contó con estimaciones precisas y continuas de su producción y sus habitantes hasta la creación del Consejo Coordinador de Investigaciones, Estadísticas y Censos, en julio de 1946. Una estimación posterior hecha por la Cepal intentó reconstruir las estadísticas de producción desde el año 1900, pero el organismo latinoamericano decidió no publicarla. Maddison tomó ese trabajo no publicado de la Cepal y luego “asumió que el crecimiento anual del Producto por habitante entre 1870 y 1900 fue el mismo que entre 1900 y 1913” (Monitoreando la economía mundial, 1995, Apéndice B, página 93). Un supuesto que pasó por alto acontecimientos como la crisis de 1890. La nueva metodología del proyecto Maddison continúa basándose en esos fantasiosos datos de PIB. De esa manera, la base estadística para afirmar que alguna vez tuvimos el podio del PIB por habitante en 1895 y 1896 es puro humo.

Más allá de lo endeble de la información utilizada para medir el Producto por habitante, éste no es indicador de desarrollo económico. La elevada renta por habitante de los tiempos del “granero del mundo” era similar a la que muestran hoy algunos emiratos petroleros, como resultado de la explotación de una gran riqueza natural en un país de escasos habitantes. Así como Qatar, pese a tener el mayor Producto por habitante del mundo, no es considerado en la actualidad una potencia económica superior a Estados Unidos, Alemania o Japón; de la misma forma, la Argentina del “granero del mundo”, pese a tener una renta por habitante similar a la de algunas naciones industriales de esos tiempos, no era una potencia.

Siguiendo con esa similitud, el impacto que tuvo el proteccionismo agrícola de las potencias a partir del estallido de la Primera Guerra Mundial, con el consiguiente derrumbe del precio de la materias primas de exportación de Argentina, fue similar al que tendría una baja del precio del crudo para un emirato petrolero. La tardanza en realizar políticas de protección industrial de una oligarquía que se resistía a admitir el agotamiento del modelo agropecuario exportador fue señalada por intelectuales de la época como la causa de retraso de nuestra economía frente a países como Australia, Canadá, Brasil, Japón, India y Sudáfrica, como lo indica Alejandro Bunge en La economía argentina, volumen II, 1928.

Andrés Asiain.

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