El lector emocional.
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Desde que ganó Trump la prensa norteamericana está centrada en las noticias falsas, la propaganda, la desinformación, la supuesta influencia extranjera. Argumentos que señalan a consumidores de noticias como pasivos y desapasionados. Un estudio realizado por Pablo J. Boczkowski y publicado en conjunto con Nieman Lab indica lo contrario: la lectura es estratégica, atenta, emocional y apegada.
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Desde que ganó Trump la prensa norteamericana está centrada en las noticias falsas, la propaganda, la desinformación, la supuesta influencia extranjera. Argumentos que señalan a consumidores de noticias como pasivos y desapasionados. Un estudio realizado por Pablo J. Boczkowski y publicado en conjunto con Nieman Lab indica lo contrario: la lectura es estratégica, atenta, emocional y apegada.
Las principales formas en que setenta y dos adultos leen noticias sobre el presidente Donald Trump se identifican con cuatro palabras: estratégica, atenta, emocional y apegada. En un contexto post-electoral mediático centrado en la cobertura de las noticias falsas, la propaganda, la desinformación, la supuesta influencia extranjera y el fracasado deber cívico de las plataformas de redes sociales y motores de búsqueda, los hallazgos preliminares de un estudio en curso revelan que las personas no son ni cognitivamente pasivos ni consumidores desapasionados de noticias. Esto no significa que sean perfectamente racionales o que su pasión no obstaculice conversaciones socialmente productivas. Señala un nivel de agencia que problematiza las visiones distópicas de poderosas agujas hipodérmicas que inyectan un virus de información en un cuerpo político que, de no ser por eso, estaría sano.
Al desplazar el foco de atención de un sofisticado aparato tecnológico que influye en la sociedad desde un imaginario lugar externo hacia las prácticas y sentimientos mundanos de gente común, surge una explicación que revela desafíos culturales de larga data, pero también un posible camino de esperanza.
Dando sentido a las noticias
Durante el último año, la mayoría de los análisis sobre el papel de los medios periodísticos y las redes sociales en las elecciones presidenciales de EEUU de 2016 y los primeros meses de la administración actual han compartido dos características. En primer lugar, se concentraron en qué contenido ha estado disponible, especialmente en términos de información falsa o propaganda (intencional o no) a través de medios tradicionales y digitales. En segundo lugar, cada vez que estos análisis se sustanciaron con evidencia sistemática, por lo general, fue a partir de métricas cuantitativas sobre artículos periodísticos y posteos en redes sociales. La combinación de estos dos rasgos permitió a los analistas documentar la existencia de ciertos tipos de información en el ecosistema de medios y estimar su magnitud relativa.
En cambio, se escribió mucho menos sobre cómo las personas han entendido este contenido de tal manera que aclara sus experiencias cotidianas. Recurriendo a una conocida analogía con la aviación, mientras que la vista de una ciudad desde los 10.000 metros de altura puede generar interesantes patrones urbanísticos, solo a 1 ó 2 metros del suelo podemos apreciar lo que estos patrones significan para los habitantes y cómo realmente lidian con ellos. Las imágenes ordenadas que se ven desde el aire tienden a presentar una visión simplista y determinista que a menudo falla en capturar la realidad más compleja y contingente de la experiencia vivida. La “big data” no es una reflexión agregada de fragmentos de la vida cotidiana, sino una refracción modificada de ellos que podría ser más útil para mapear los contornos de un objeto que para comprender su apropiación social.
Este artículo es un intento de complementar la narrativa dominante con un análisis inicial de entrevistas en profundidad con setenta y dos adultos en las áreas metropolitanas de Chicago, Miami y Filadelfia, llevadas a cabo entre enero y octubre de 2017.[1] Forma parte de un estudio en curso y la muestra no es representativa de la población general. Sin embargo, es diversa en términos de género, raza, etnicidad, nivel educativo, ocupación, orientación ideológica y origen nacional. Lo que surge de este análisis son cuatro mecanismos clave que guían a la mayoría de los entrevistados en su lectura de las noticias sobre el presidente Trump: la selección estratégica, el procesamiento consciente, la interpretación emocional y el apego subjetivo.
Selección estratégica
La mayoría de los entrevistados señalan que tienen muchas posibles fuentes de información en los medios de noticias y las redes sociales, así como artículos dentro de esas fuentes. Hacen su selección de fuentes y artículos de manera estratégica. Las estrategias varían de una persona a otra, pero lo que permanece constante es el uso de alguna práctica de selección que complementa la de los periodistas y algoritmos.
Centrarse en las prácticas editoriales es un vector común de selección estratégica. En algunos casos, ayuda a elegir una organización con base en su orientación ideológica. Joe, un estudiante de raza blanca con inclinaciones republicanas, comentó: “Obviamente Vox es increíblemente liberal y los conservadores se burlan de él todo el tiempo … Si solo estás haciendo un argumento ridículo, entonces estás Voxplicando“. Otras veces, significa mirar los hábitos de publicación de contactos en redes sociales. Ann, una bibliotecaria de raza blanca de unos cincuenta años, dijo que su elección de noticias “está determinada más por las cosas que [publican] las personas cuya opinión respeto… Y cuanto menos publiquen sobre las cosas, más probable es que haga clic en lo que sí publican”.
La afinidad ideológica también juega un papel en la selección estratégica en redes sociales, a veces de maneras complicadas. Sarah, una analista de políticas de raza blanca, de unos treinta años y republicana, compartió que ser novia de un demócrata ha afectado sus rutinas de filtrado: “Nos vamos a casar y … la mayoría de sus amigos son más liberales y yo soy amiga de muchos de ellos también … Tengo menos amigos en Facebook con la misma inclinación política que yo. Entonces, creo que esa es una gran razón por la que me encuentro filtrando [más]”.
El acto de filtrar quizás alcanza su mayor intensidad cuando las personas deciden desvincularse de o dejar de seguir a un contacto en redes. A veces esto aplica a las personalidades públicas. Mark, un investigador de mercado de raza blanca en sus treintas, nos dijo que en Twitter sigue a “Rich Lowry de The National Review … Solía seguir a Laura Ingraham, pero me cansé demasiado, así que dejé de seguir[la]”. En otras ocasiones, esta práctica se aplica a contactos personales, y a veces de manera creativa. Tony, un estudiante de posgrado de ascendencia del sur de Asia, comentó que “Solía dejar de tener como amigos a [contactos racistas] y ahora que esto ha pasado a ser de interés académico para mí, los dejo de seguir, y luego los pongo en una lista de amigos [por aparte] y de vez en cuando me fijo en sus conversaciones políticas … [así] puedo mantenerme al tanto de eso”.
Los comentarios de Tony apuntan al intento de seleccionar las fuentes de noticias de manera que incluya múltiples perspectivas, lo cual fue un tema recurrente en muchas entrevistas. Sam, un empleado administrativo de raza blanca en sus treinta, declaró: “Sigo al Marine Corps Times … no tanto por las historias, sino exclusivamente por los comentarios, porque ahí es donde tienes un gran grupo de veteranos o aliados marinos … Estoy más al tanto de lo que [se habla] a nivel nacional solo porque estuve expuesto a esas personas. Al crecer [en el área de Chicago] estamos en nuestra propia burbuja, pero luego esos cuatro años de servicio activo me abrieron la mente”.
Procesamiento consciente
El comentario de Sam [2] sugiere un nivel de conciencia sobre cómo se procesa el contenido de las noticias. En algunos casos, esto significó una postura reflexiva sobre las fuentes y el contenido de la información a la que una persona opta por exponerse. Daniel, un joven abogado de raza blanca, compartió que ha “llegado a la conclusión de que muchas de las cosas que sigo son extremadamente liberales y no he encontrado la forma de moderar esto. Es realmente negativo y realmente no me hace sentir mejor sobre cómo van las cosas. Pero sí, lo veo y lo reconozco. Probablemente debería tratar de introducir algunos puntos de comunicación más conservadores, pero tampoco logro obligarme a hacerlo [risas]”.
Ofelia, una ama de casa latina de cincuenta y tantos años, cuya fuente de noticias preferida es Fox News, regularmente ve CNN para obtener una perspectiva alternativa. Ella notó una inclinación negativa hacia el presidente en este último medio, y pensó que se debía al hecho de que “es la primera vez que hay un candidato que es más complejo y que las personas ven como controvertido … No les gusta cómo habla o trata los problemas … Así que, esto le da más poder a los medios … [Pero] yo veo más allá de si me gusta cómo él habla o lo que dice … Y no me siento personalmente atacada. A diferencia de las personas que dicen “como mujer, me siento ofendida”, ¡yo no! ¡O como una minoría, tampoco!”
Desde esta postura de reflexividad, los entrevistados compartieron diferentes parámetros que usan para evaluar la calidad de las noticias. David, un corredor de bolsa de raza blanca de unos treinta años, trata de preguntarse a sí mismo al leer un artículo: “¿Están escribiendo cosas que son claramente dogmáticas o intentan ser objetivos? ¿Cuál es el tono de voz de la escritura? ¿Y está tratando de ser sensacionalista? ¿Está tratando de ser, ya sabes, fáctico? ¿Está claramente tratando de presentar opiniones o influir en opiniones? En mi opinión, todo esto tiene que ver con la confiabilidad”.
Cuando la confiabilidad de alguna información está en duda, particularmente si se trata de una historia importante, muchos entrevistados intentaban verificar su veracidad, triangulando con otras fuentes. Esto incluye búsquedas en Google y visitas a Wikipedia y a varios sitios de noticias que se consideran de buena reputación. José, un obrero de Sudamérica, comentó que “lo que estaba sucediendo con Trump [y] las deportaciones … [las personas] publicaron cosas en Facebook que yo diría …’mmm, no sé si es tan cierto’, por lo que busqué en otras fuentes para ver si era verdad”.
Interpretación emocional
La racionalidad adoptada en cuestiones de selección estratégica y procesamiento consciente se complementa con la dimensión afectiva, fundamental en asuntos de interpretación emocional y apego subjetivo.
Las emociones estuvieron omnipresentes en los relatos de los entrevistados sobre sus encuentros con las noticias. Mary, una trabajadora social afroamericana de unos treinta años, habló de cómo recibió las noticias sobre las restricciones de viaje de la siguiente manera: “Me siento muy triste, pero también muy enojada. Hay muchas historias de personas que han sido separadas de sus familias [y] que han pasado por largos procesos para estar aquí, así que no hay ninguna razón para que se les impida regresar al país. En este momento estoy frustrada”.
La interpretación emocional afecta no solo cómo se evalúan los temas, sino también la duración del compromiso con ellos. Lesley, una jubilada afroamericana, dijo que el consumo de noticias “últimamente [toma] unos diez segundos porque la historia principal es sobre Trump y la mayoría de nosotros estamos realmente cansados, de una forma u otra, de escuchar [sobre él] y están sucediendo otras cosas en el mundo”.
A algunas personas las emociones les ayudan a distanciarse de la información de actualidad. Anne, una maestra de yoga de raza blanca de unos cincuenta años, dijo que las noticias sobre el ex jefe del FBI James Comey “son realmente entretenidas. Raya en lo ridículo el que los Demócratas podrían haberlo odiado primero por tratar de … centrar la atención en Clinton y el correo electrónico … a que luego oscilara el péndulo y, en cierto modo, apreciarlo una vez que comenzó a buscar vínculos entre la administración Trump y lo que sucedió con Rusia, relacionado con las elecciones … Es gracioso [risas]. ¡En esta época se tiene que encontrar el humor en las noticias! [Risas]”.
Para otros, hay un fortalecimiento mutuo entre la intensidad de los estados emocionales y el involucramiento con las noticias. Ron, un abogado de raza blanca de unos treinta años, comentó que su padre “escucha la radio conservadora las 24 horas al día, los 7 días de la semana y ve … a [figuras como] los [Sean] Hannity y a la juez Jeanine Pirros y los Lou Dobbs … Realmente creo que se está convirtiendo en un viejo tan amargado, miserable, gruñón que simplemente se sienta en una esquina y odia todo”.
Apego subjetivo
Los comentarios de Ron sobre los hábitos de consumo de noticias de su padre llevan a otro tema transversal: la necesidad percibida de estar constantemente conectado a las noticias, mucho más que en el pasado reciente. Este mecanismo de apego subjetivo define tanto el tiempo que se dedica a aprender sobre los eventos actuales, como la experiencia general de la lectura.
Ralph, un afroamericano jubilado, dijo que “no puedo evitar expresarlo, [pero] todas las mañanas quiero saber qué cosa estúpida [el presidente] ha dicho o hecho hoy”. Agrega que este hábito “se ha acelerado y acelerado y acelerado”. Martha, una profesora universitaria de raza blanca de unos sesenta años, hizo eco de sentimientos parecidos al señalar que se ha “convertido en una especie de adicta a las noticias sobre las últimas novedades de Washington … Nos sorprende cada día y es casi como cuál es la [noticia] bomba más reciente … Nunca antes habíamos tenido una situación política como esa en Washington”.
Este apego subjetivo ocurre incluso cuando el consumo de noticias está ligado a un afecto fuertemente negativo. Rebecca, una voluntaria de raza blanca de unos cincuenta años, reflexionó que “a pesar de que había noticias constantes … no sentía que tuviera que escucharlas todo el tiempo, las 24 horas del día, los 7 días de la semana porque no pensabas en ningún momento … [que] alguna locura iba a suceder. Ahora sientes que cada día hay una nueva decisión y una nueva declaración y un nuevo problema que debes conocer”. Más adelante en la conversación, Rebecca mencionó que recientemente había visto la película Manchester by the Sea, y que “fue un gran alivio ver algo sobre las emociones humanas y luchas humanas a nivel humano que no se trataran de estrategia y de odio, o al menos de odio a nivel político “.
El hecho que ver una película tan devastadora se pudiera experimentar como un alivio, demuestra el poder del apego a las noticias, a pesar de sus asociaciones emocionalmente negativas. Por eso, varios entrevistados compartieron cierta saturación de noticias sobre el presidente Trump y compartieron un deseo de limitar su exposición a las mismas. Jonah, un analista de publicidad de raza blanca de unos treinta años, dijo: “Me estoy tomando un pequeño año sabático simplemente porque ha sido tan pesado con lo que Trump está haciendo”. Lucy, una empleada administrativa de raza blanca también en la treintena, ya había tomado la iniciativa permitiéndose “ver un video de Facebook por día o un video de YouTube por día … Quería … moderar mi entrada de noticias siendo cuidadosa y concienzuda con ella”.
La co-producción de la lectura y la política
La imagen de las personas que surge a partir de esta descripción de sus prácticas de lectura contrasta con las nociones que han marcado muchos comentarios sobre el papel de las noticias y las redes sociales durante y después de las elecciones presidenciales de 2016 en EEUU. Por ende, el enfoque en entidades externas que contaminan el aire simbólico que respiramos ha pintado una imagen de los lectores como pasivamente influenciables por el diluvio de noticias falsas y anuentes a aceptar sin crítica alguna las afirmaciones falsas, siempre y cuando sean consistentes con lo que creen. En las secciones anteriores, hubo mucha evidencia de lectores llevando a cabo prácticas de selección estratégica, procesamiento consciente, interpretación emocional y apego subjetivo. Por más limitadas que hayan sido estas prácticas, como mínimo problematizan los temores de eficacia automática connotados por muchos análisis sobre desinformación.
El análisis de las entrevistas también sugiere que mientras nos mantenemos en alerta sobre la posible intervención externa, también podría ser fructífero dedicar la misma cantidad de energía a interrogar el interior de nuestro tejido social. Como lo ilustra la nube de palabras adjunta, el enojo fue, por mucho, la palabra dominante entre docenas de términos utilizados por los entrevistados para describir sus emociones relacionadas con la lectura de las noticias sobre el presidente Trump. Una razón clave por la cual existe recientemente tanto enojo en torno a las noticias es a raíz del dolor fundamental que generan, ya sea porque las personas están infelices con lo que ven o porque están contentas, pero se sienten incomprendidas y tergiversadas. Las muchas pantallas personales a través de las cuales accedemos más a las noticias -televisores, monitores de computadoras, teléfonos inteligentes y tabletas- se han convertido en una ventana tanto al mundo exterior como en un espejo que nos refleja la interioridad de nuestra alma como sociedad.
Steven Shapin y Simon Shaffer, escribiendo sobre otro momento histórico de gran características disruptivas, argumentaron que “las soluciones al problema del conocimiento son soluciones al problema del orden social”.[3] Usando el término propuesto por Sheila Jasanoff, cómo leemos las noticias, y por lo tanto cómo conocemos nuestro mundo, co-produce lo que queremos saber y el sistema político que queremos construir.[4] La cultura política cotidiana que surge del relato ofrecido en las secciones anteriores combina el conflicto, la incertidumbre, la perplejidad y el dolor. Esto apunta a una serie de desafíos sociales que se están construyendo desde hace mucho tiempo y que, por lo tanto, tardarán mucho en desarmarse o redirigirse. Ningún algoritmo los resolverá porque ningún algoritmo los creó, independientemente de lo útiles que puedan ser en la búsqueda de un sistema político más cordial e inclusivo.
Pero este análisis también reveló la vitalidad de una cultura de lectura crítica y sensible. Una cultura promulgada por personas que intentan validar sus puntos de vista, pero también comprender puntos de vista alternativos. De personas que reflexionan sobre el carácter de lo que leen y sus propios sesgos al hacerlo, incluso mientras permanecen sujetos a su racionalidad limitada. De personas que permanecen inusualmente comprometidas con asuntos de la política, aun cuando se sienten abrumadas e intentan reducir la exposición a la información sobre temas de actualidad. Una cultura cívica tan vibrante da motivos para sentir esperanza, por más audaz que pueda parecer en esta época.
[1] Las entrevistas fueron realizadas por el autor, y un equipo de colaboradoras constituido por Silvina Chmiel, Amy Ross y Celeste Wagner.
[2] Siguiendo las convenciones de la escritura etnográfica, los nombres utilizados en este artículo son pseudónimos elegidos para proteger la privacidad de los entrevistados.
[3] Leviathan and the Air-Pump: Hobbes, Boyle, and the Experimental Life. Princeton, NJ: Princeton University Press, 1985, p. 332.
[4] Science and Public Reason. New York: Routledge, 2012.
Pablo Boczkowski, Anfibia.
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